“Anda mucho buenista arrepentido” IVÁN PODUJE. Arquitecto y urbanista. Autor del libro “Siete Kabezas” (Uqbar)

-Después de escribir su libro “Siete Kabezas”, sobre las causas del estallido de 2019, ¿qué le falta y qué le sobra a la clase política este 2020?
Creo que le falta caminar mucho más por los barrios para conversar con las personas, entender sus problemas y conmoverse con ellos. Le sobran sueños refundacionales. Nuestra clase política está en éxtasis con el proceso constituyente. Totalmente arriba de la pelota de dibujar “el nuevo Chile”. Mucho ego.
-Usted ha recorrido las comunas más afectadas, ¿qué ha sido lo más doloroso de observar?
Los comerciantes llorando porque les saquearon y quemaron el negocio de sus vidas. Eso lo vi en Puente Alto y Maipú, y no lo olvidaré. También me conmovió ver a los vecinos de Lo Prado y Pudahuel limpiando la estación de Metro de San Pablo al otro día que la destruyeron.
-¿Por qué hacer arder la ciudad, y con ello el metro, el patrimonio, propiedades públicas y privadas?
La violencia es la forma más básica, floja y torpe de representar un descontento. Ganan los buenos para los combos, no los que piensan o intentan elaborar una protesta o argumento. Tampoco me parece justo asociar descontento con violencia, considerando que hay millones de chilenos que viven en contextos urbanos muy complejos, pero que trabajan mucho por salir adelante. A ellos tenemos que ayudarlos. (…) El Chile violento es una minoría, que venía operando hace años y que con el estallido se potenció porque superó al Estado. En ello ayudó que los violentos tuvieran de porristas a políticos, artistas o arquitectos que les prendían velas. Nunca las barras bravas han tenido la gloria que tuvieron el año pasado, con todo el cuento de la “primer línea”. Una locura completa.
-¿Qué haría con la estatua de Baquedano?
La restauraría y mantendría en su lugar, pero con un nuevo diseño urbano que reemplace esa rotonda vial, por un lugar cívico ceremonial, que honre la manifestación pacífica.
-¿Cuál es el principal pecado de la “cultura caviar”, a la que hace referencia en su libro?
Elitizar la agenda con prioridades de nicho, descuidando o tapando los problemas que aquejan a la mayoría de los chilenos que viven en ciudades. En la agenda caviar nunca está el hacinamiento o la violencia de los barrios. Te consideran “facho” sólo por plantear que los vecinos necesitan más seguridad o si propones levantar 100 mil viviendas para bajar el déficit.

-Usted es admirador del arte urbano, ¿qué grafiti de este último año se le quedó grabado en la retina?
Un rinoceronte que vi en la Población José Antonio Ríos, en una pared completa, lo encontré maravilloso. También un mosaico del músico Nino García en Pedro Aguirre Cerda tocando su piano. Y siempre me conmueven los retratos de los jóvenes muertos en balaceras, que tienen una estética muy particular, con aerosol, flores y muchos colores.
-¿Qué cambio de rutina ha sido el más profundo?
No poder ir a reuniones presenciales ha sido terrible. Otra cosa que extraño es ir a dejar a mis niños al colegio. Perder el contacto con la gente de la calle. Y los primeros meses no poder salir a caminar por la ciudad o verla llena de locales cerrados. Fue algo terrible.
-¿La virtud más sobrevalorada?
La bondad. Anda mucho buenista arrepentido, pidiendo disculpas, diciendo que fallamos como país y comparando el eslogan de los 30 pesos con los 30 años.
-¿Qué cosas ha aprendido sobre usted este año?
El peso de las convicciones y el valor de la libertad. Me fui de la UC cuando su rector intentó censurar opiniones o descalificar a sus profesores. Y recorrer la ciudad en el estallido me dejó claro que hay urgencias que debemos priorizar.