Iván Poduje: “La clase política está ensimismada en el proceso constituyente, pero la gente necesita respuestas a corto plazo”

 

SANTIAGO (CHILE ) El Arquitecto Ivan Poduje .foto Maglio Perez

A un año del estallido social, el académico y arquitecto publica el libro «Siete Kabezas», una crónica urbana en la que analiza los orígenes de la crisis, de la violencia y señala posibles responsables.

Últimamente usa más Instagram que Twitter. Iván Poduje Capdeville (52), arquitecto, reconocido especialista en temas de urbanismo, es también un controvertido opinante de la contingencia nacional. Tiene casi 40 mil seguidores en Twitter y poco más de 1.200 en Instagram.

“He moderado mi participación en redes sociales. Creo que Twitter es como un gran libro de reclamos. En cambio, Instagram es más happy”, cuenta a The Clinic Iván Poduje, quien acaba de publicar el libro Siete Kabezas (Uqbar) cuando se cumple un año del estalli

do del 18 de octubre de 2019. 

“¿Cómo se pudo desestabilizar un país completo en tan poco tiempo?”, se pregunta Iván Poduje al inicio de Siete Kabezas. El arquitecto, socio de la oficina Atisba, narra en el volumen cuando recorrió las calles de Santiago, a pocas horas de producirse la crisis que transformaría la ciudad. Y analiza, de paso, el origen del conflicto y sus consecuencias: el transporte público, la segregación urbana, la destrucción del patrimonio y los incendios en estaciones del Metro.

Sobre su libro Siete Kabezas, ¿por qué el título tiene referencia apocalíptica?

-Básicamente, lo que yo vi, cuando la gente estaba enajenada, sobre todo los violentos, destruyendo estaciones o tirando chuzos a los vagones del Metro, fue una cuestión irreal de violencia. Estas fuerzas, estas cabezas, estaban hace mucho tiempo operando en el territorio y se activaron en conjunto.

En el capítulo Los secundarios radicales dice que ellos “llevaban años evadiendo el Metro” y a la vez es muy crítico con los dirigentes de la Aces… 

-Lo que pasa es que ellos lo hacían como travesura, sobre todo en las estaciones Quinta Normal y Cumming. Era regular que saltaran los torniquetes y que nadie los frenara. Lo que cambió, y ahí sí hubo una organización, es que a través de la Aces (Asamblea Coordinadora de Estudiantes Secundarios), los primeros días de evasión en octubre, fueron muy coordinados y dejaron a la policía nocáut. Fue incontrolable. Ahora soy crítico con los dirigentes de la Aces por un tema personal: mi papá estudió en el Instituto Nacional y para él y sus amigos, la destrucción del colegio, con completa indiferencia de la élite, fue terrible. Y lo mismo ocurrió en el INBA. La Aces tampoco dejó estudiar a sus compañeros, funaron a políticos. Creo que ellos son violentos y demostraron que tenían mucho poder.

Hace pocas semanas volvieron a estar operativas todas las estaciones del Metro. ¿Cree que puedan volver a destruirlas? 

-Es muy probable que las vuelvan a atacar. Ya ocurrió en marzo, cuando hubo un rebrote de violencia, porque esta no se acabó con el acuerdo del 15 de noviembre; la violencia disminuyó en verano porque una parte de las fuerzas se fue de vacaciones. Pero, indudablemente, van a ser un blanco, porque ya demostraron que son capaces de atacarlas. La diferencia es el efecto en cadena que genera, que hizo que vecinos, barras bravas, delincuentes e incluso personas que uno considera normales, se enajenaran. Yo no sé si eso ocurra repitiendo ataques masivos, pero sí creo que van a volver a vandalizar el Metro.

En su libro afirma que sí hubo planificación en la destrucción de al menos tres estaciones de la Línea 4… 

-De todo lo que pudimos investigar, las únicas tres estaciones -Trinidad, Los Quillayes y San José de la Estrella- donde los testigos, la gente de la PDI y los carabineros, nos dijeron que habían sido personas que llegaron antes de los eventos, se metieron, las prendieron y se fueron. Hubo una cosa coordinada. En las otras estaciones, Cardenal Caro y Maipú, por ejemplo, fueron hechos más bien delictuales con la presencia, en algunos casos, de narcos. Está también la participación de anarquistas, que siempre le han tenido ganas al Metro.

Entre muchos motivos que originó la crisis social está el transporte público, donde habla de la “Cofradía”, el grupo que diseñó el Transantiago… ¿Quiénes son ellos?

-Partamos por el Transantiago, un sistema que humilló a la gente y alejó a las periferias que ya tenían problemas de violencia de la ciudad más formal fracturando a Santiago. Además, validó la evasión. La “Cofradía” son ingenieros de transporte, fundamentalmente de la Universidad de Chile y de la Universidad Católica, quienes crearon un modelo llamado Estraus, y de esa manera detuvieron los proyectos de Metro y así validaron el Transantiago.

¿Todavía afirma que el Frente Amplio y el Partido Comunista son los principales soportes políticos de las protestas sociales?

-Lo que yo sostengo y creo es que el Frente Amplio jugó a la guerra y utilizó a los cabros de la Primera línea, así como usó a los escolares. Nunca se me va a olvidar el diputado Gonzalo Winter, quien estudió en un colegio particular exclusivo, dándoles un discurso a los cabros del Instituto Nacional. ¿Qué pasa cuando Gabriel Boric y Giorgio Jackson se emocionan con las barras bravas? Le dan un soporte ético a la destrucción. En cambio, el Partido Comunista siempre lo tuvo en agenda: ellos creen que la violencia es un mecanismo.

También ha sido crítico con el oficialismo y apunta en su libro: “Se observa una clase política ensimismada en sus reformas (…) haciendo gestos a la galería”. 

-Siempre hay excepciones. Creo que el ministro Ignacio Briones es una excepción. El resto, la clase política está muy ensimismada en el proceso constituyente, que me parece bien, salvo por el riesgo de que la gente necesita respuestas a corto plazo. Que un ministro llame a “madrugar” para tener una tarifa más baja en el Metro, como señaló en su momento Juan Andrés Fontaine, yo no veo maldad, sino una profunda desconexión con la ciudad real. Mi preocupación, en este minuto, es que la agenda por el proceso constituyente es muy atractiva para los políticos, están en el Olimpo, pensando en el nuevo Chile, pero se están olvidando de la agenda a corto plazo que es fundamental.

Habla de segregación urbana, pero la actual Constitución no considera el “Derecho a una vivienda digna”. ¿Debería serlo?

-Sí, debiera. Mi punto es simple: lo que hay que hacer es caminar y mascar chicle, o sea, garantizar el derecho a la vivienda, pero también hay que construir 100 mil viviendas pronto, porque de lo contrario, vamos a tener un problema. Hoy el problema de hacinamiento es urgente. El de las tomas de terrenos es otro. Hay diez nuevas tomas, tres son de inmigrantes de Haití, en Batuco, en Cerro Navia y en Maipú. Es inexplicable que el Ministerio de la Vivienda no desarrolle para su uso las hectáreas fiscales abandonadas.

Cultura, Pacogate y Kramer 

De los libros publicados post estallido social, Iván Poduje ha leído varios. Cuenta que el primero que leyó fue Rebelión, de Jorge Baradit, el autor de Historia secreta de Chile.

“Es el más entretenido, lo leí en una tarde. Este gallo escribe muy bien. Pero igual hay cosas que no me cuadraban mucho con la realidad”, y comenta que después leyó Pensar el malestar, de Carlos Peña y Sobre la marcha, de Patricio Fernández.

“Me gustó el de Peña, su explicación de trasfondo y sus argumentos. Y el de Fernández tiene esa cosa culposa, como que escribe con culpa y también idealiza la Primera línea y, en ese sentido, no me gustó”.

En Siete Kabezas escribe sobre la “idealización” del estallido social de parte de la literatura y el arte: “Buena parte del mundo de la cultura guardó silencio mientras se vandalizaban y quemaban casas patrimoniales”.  

-Es el estallido romántico. Ahora, yo creo que a ellos se les ha pasado la borrachera que tenían, de encontrar que esto era una épica ciudadana contra el establishment. Yo he estado en todos los lugares y ver en el Museo Violeta Parra, apedreado por la Primera línea, los rayados “No más PSU” y “Estado violador”, es desolador. Parte del GAM (Centro Cultural Gabriela Mistral) lo quemaron en dos oportunidades. El monumento a Baquedano se volvió a vandalizar. No es cierto que hubo un respeto a los símbolos, porque el Memorial del Detenido desaparecido en Lo Prado también fue vandalizado.

Reprocha a Stefan Kramer por hacerle un homenaje a la Primera Línea en el Festival de Viña… 

-Creo que la Primera línea tiene una contradicción. Mauricio Fredes, quien falleció el año pasado cerca de Plaza Italia, era un cabro que nunca tuvo una esperanza de nada y por lo tanto muchos Primera línea iban a Baquedano a buscar la gloria que no tenían en sus barrios y eso me genera dolor y condena. Porque, en esos barrios, que conozco, vive gente que se levanta a las seis de la mañana y se saca la cresta para ir a trabajar. Pero homenajear a gente que destruye, saquea y quema negocios familiares creo que es un enorme descriterio. Me imagino que Kramer tenía susto, no encuentro otra explicación.

¿Y qué piensa del carabinero que empujó a un adolescente en el puente Pío Nono?

-Lo que te puedo decir es que Anthony, el cabro que empujaron al río Mapocho, vive en la villa San Miguel, que es el sector más violento de Bajos de Mena, en Puente Alto. Yo nunca he visto a ninguno de estos políticos, artistas, líderes de opinión y rostros de teleseries, decir nada del barrio donde Anthony vivía. Veo que hay una preocupación de última hora y me parece oportunista.