Iván Poduje: “La élite política e intelectual que idealizó el estallido, ahora idealiza la Constitución”

El arquitecto lanza hoy el libro “Siete Kabezas. Crónica urbana del estallido” donde relata, tras recorrer los sectores de la capital más afectados por el 18-O, las posibles causas, sus protagonistas y el rol que le cabe a la clase política. Retoma el término que acuñó hace un par de años y señala: “Con la pandemia, el urbanismo caviar levantó como gran tema las ciclovías, la hibernación, el teletrabajo, pero nunca levantó el hacinamiento”

El arquitecto lanza hoy el libro “Siete Kabezas. Crónica urbana del estallido” donde relata, tras recorrer los sectores de la capital más afectados por el 18-O, las posibles causas, sus protagonistas y el rol que le cabe a la clase política. Retoma el término que acuñó hace un par de años y señala: “Con la pandemia, el urbanismo caviar levantó como gran tema las ciclovías, la hibernación, el teletrabajo, pero nunca levantó el hacinamiento”. Y advierte: “Si no nos hacemos cargo de esa ciudad invisible, de la periferia, habrá un estallido de verdad porque ahora le estamos prometiendo, además, que todos estos problemas se resuelven con una nueva Constitución”.

“Cada manifestante o carabinero herido, cada incendio de un museo, cada nuevo ataque al Metro hacía crecer esta criatura oscura que se posaba sobre el paisaje triste de Santiago. La imaginaba levantándose desde el ojo de Baquedano y extendiendo sus brazos por las avenidas que llegaban a los centros y nodos viales de Américo Vespucio, que ardieron iluminando la periferia del Santiago invisible”.

Así describe el arquitecto Iván Poduje, la sensación que vivió al recorrer la capital e investigar qué ocurrió el 18-O, sus motivaciones y consecuencias, en el libro “Siete Kabezas” (Uqbar Editores) que será presentado hoy por el ministro de Hacienda, Ignacio Briones, y la alcaldesa de La Pintana, Claudia Pizarro. 

En conversación telemática con El Líbero, el experto en urbanismo profundiza en el tema y critica el rol de la élite en esta crisis, que en estos días ha tenido amagos de rebrote.

-Este fin de semana la Plaza Italia volvió a ser centro de manifestaciones. ¿Cree que es el comienzo de un nuevo estallido?

-Lo vi como algo menor, al lado del estallido no tiene ninguna comparación, fue muy poca gente, muy concentrado, muy violento, eso sí. Pero no tiene ninguna relación con lo que yo vi en las periferias y en otros lugares cercanos de Baquedano, como la calle Irene Morales, Carabineros de Chile.. Sí creo que las fuerzas que se activaron hace un año están todavía, porque son internas y esto puede seguir evolucionando hacia eso.

-En su libro usted se refiere a los jóvenes que fueron parte del estallido, provenientes de la periferia, pertenecientes a las barras bravas. Ahora está el caso del menor que cayó del puente Pío Nono al río Mapocho, producto de la persecución de carabineros en contra de los manifestantes, que tiene también ese perfil. ¿Cómo vio esto?

-Primero, mucha pena por Anthony porque el lugar donde él vive es el mismo lugar de donde vienen muchos cabros de la Primera Línea y los políticos están haciendo lo mismo que hicieron con ellos antes, que es usarlos, no hacer nada relevante para resolver el problema de sus barrios… salvo usarlos políticamente. A Anthony lo han usado, como usaron a Mauricio Fredes, como usaron a todos los “primera línea” que dieron la pelea por ellos. Porque además de usarlos son cobardes porque no dan las peleas, las ven por la tele y cuando ocurren estos hechos se aprovechan, pero el resto del año no hacen nada. Eso sí es parecido a lo que vimos el año pasado, un uso vergonzoso del sufrimiento de la gente para sacar réditos políticos.

-¿Ese uso político lo ve en la acusación contra el ministro del Interio, Víctor Pérez, o exigir la renuncia del director general de Carabineros, Mario Rozas?

-Claro. Además que este joven sea de Bajos de Mena, de una barra brava, que es una condición de muchos jóvenes que participaron en tomas más violentas, no solo en Baquedano sino que también en la periferia. El punto es qué han hecho esos políticos por esos jóvenes antes, esa es la pregunta. Así como con Fredes, que hicieron toda una alegoría, pidieron renuncias de todo el mundo, pero para estar ellos ahí. O sea, “renuncien para estar nosotros”. Pero el punto del problema de Anthony, de su barrio -salvo algunos políticos, alcaldes, algunos ministros-, ellos no han hecho nada, es un uso vergonzoso del dolor, de la tragedia, pero sin hacerse cargo de los problemas que la motivan, ni siquiera ahora. No he visto a ninguno de estos políticos yendo a Bajos de Mena, querer saber por qué Anthony se refugió en la barra brava, por qué fue a enfrentar a la policía.. no les importa nada, entonces es muy oportunista.

-Usted plantea en el libro la existencia de dos Santiago. Pero al parecer todos los días estamos mirando uno solo, el de la Plaza Italia, que llamamos la zona cero. ¿El daño está quizás en otras “zonas cero”, en la periferia?

-Por supuesto, para mí es mucho más zona cero San Pablo con Neptuno donde está la estación del Metro San Pablo que llegó el año 75 y la reventaron. Reventaron los locales, no solo los supermercados sino que un memorial de detenidos desaparecidos… ahí hubo violencia en estado puro y no esta idea romántica, absurda, de algunos intelectuales como Jorge Baradit que señalan que esto fue un movimiento épico donde le cortaban la cabeza a los conquistadores españoles, o el tipo no salió de su casa, o se inventó un estallido, pero esa idealización no tiene nada que ver con lo que yo vi. Por cierto que hay otras zonas cero, la Intermodal de La Cisterna donde los locatarios tenían que protegerse con contenedores con alambres de púas, donde los tipos tiraban chuzos a las líneas del Metro. Por cierto que impacta que quemen museos y hoteles en la zona cero de Baquedano, pero hay muchas zonas cero y el problema es que nadie habla de ellas porque son invisibles. Tal es así que cuando viene la pandemia y los políticos hablan de hibernación, de cuarentena total…, pero no hablan de hacinamiento, no hablan de la carencia de espacios públicos, es la ciudad invisible de nuevo.

Hemos visto un uso vergonzoso del sufrimiento de la gente para sacar réditos políticos”.

Y si no nos hacemos cargo de esa ciudad invisible va a haber un estallido de verdad porque ahora le estamos prometiendo, además, que todos estos problemas se resuelven con el Apruebo o no se resuelven con el Rechazo. Entonces, la gente está esperando de nuevo que les cumplan.

-De hecho en el libro usted plantea que el tema de la vivienda es una bomba de tiempo y que con la pandemia se puede agudizar.

-Claro, ¿dónde murió más gente con la pandemia? En los sectores segregados de la Región Metropolitana, en La Pintana, El Bosque, Quilicura, los mismos barrios afectados por el estallido, pero escuchábamos a Eduardo Engel pidiendo hibernación, al Frente Amplio diciendo que el gobierno privilegiaba la economía por sobre las muertes, pero nadie hablaba de hacinamiento. 900 mil personas viven hacinadas en Santiago y a eso se le suma que la clase media está teniendo dificultades crecientes para acceder a la vivienda. Y ¿cómo lo resolvemos? Dicen “es que ahora será un derecho social”. Pero hay que hacer las viviendas, se necesitan 450 mil, dónde las vamos a hacer, cuándo… pero como la élite política, intelectual vive en una burbujita que le permitió idealizar el estallido, ahora también idealiza la Constitución.

-¿Cuál es uno de los principales objetivos del libro?

-Una cosa fue detectar el riesgo de que se esté generando una nueva expectativa y que al final no se  logre concretar en el corto plazo y esto no tiene que ver con la postura que tengas sobre el Apruebo o el Rechazo, sino que se tiene que avanzar en paralelo en el cómo, el cuándo y el dónde. Además, la gente lo ha pasado muy mal con el coronavirus y el hacinamiento, va a ser un año de encierro, por eso más relevante es dar una respuesta pronto y eso me parece que es la primera prioridad y lamentablemente no está en la agenda y está el riesgo que lo resolvamos poniéndola como un derecho.

Me preocupa que los políticos ahora están obsesionados con la Constitución, se engolosinan con eso, están como en éxtasis y me preocupa que no atiendan los problemas que la gente tiene ahora”.

-¿Y tiene que estar en la Constitución el derecho a una vivienda digna?

-No tiene que estar. En Estados Unidos no está, en Alemania no está y tienen acceso a la vivienda. En Portugal sí está, pero también en Argentina donde tienes un déficit de un millón de viviendas. No garantiza nada. Discutamos de ese tema, pero tengamos una discusión en paralelo en cómo concretamos en el corto plazo los problemas que la gente tiene, por ejemplo, con el acceso a la vivienda. Y me preocupa que los políticos ahora están obsesionados con la Constitución, se engolosinan con eso, están como en éxtasis y me preocupa que no atiendan los problemas que la gente tiene ahora. Por ejemplo, el diputado Gonzalo Winter es presidente de la comisión de Vivienda y salvo tuitear indigando por todo, qué ha hecho, cuántos proyectos de ley ha presentado, cuántas iniciativas de inversión ha presentado… no le conozco ninguna.

-Usted ha sido crítico con lo que ha llamado el “urbanismo caviar”…

-Claro, piensa que en los primeros días de la pandemia el urbanismo caviar levantó como gran tema las bicicletas, “ahora sí hay que hacer las ciclovías que faltan”, y después levantó el teletrabajo. Y nunca levantó el hacinamiento. Qué mejor demostración del caviarismo que eso. También en el libro hay una crítica al “urbanista caviar” que gozó con el estallido, claro es fácil engrupirse cuando lo ves de lejos, vas a joder a la Palza Baquedano, te devuleves a tu casa donde no te quemaron el supermercado de la esquina, así cualquiera es revolucionario. Eso también refleja elitismo, no solo en el urbanismo. 

-¿Por qué “Siete Kabezas”? En el libro plantea siete posibles protagonistas del estallido, donde aparecen los estudiantes, las barras bravas, etc.

-Esa es una definición, que es como la más obvia, pero también, a riesgo de sonar un poco loco, yo vi en las calles una cosa muy rara, vi a gente que estaba en un nivel de enajenación completamente demencial y surrealista, como cuando le prendieron fuego a la Petrobras después de saquear un minimarket en La Florida, o cuando estaban rompiendo la estación gritaban y la gente celebraba, era una cuestión demencial. Ahí sentí que habíamos creado nuestro monstruo, porque me involucro, es una cosa nuestra que afloró, que es más difícil de explicar. La otra dimensión que es más obvia, que yo identifiqué siete -además para hacer un juego con el Apocalipsis, pero ciertamente había un músculo, un Gollum que se aprovechaba de todo esto, era muy loco. Y había la clase media que lo había pasado muy mal y que sintió que todo esto valía la pena porque después de esto iba a haber un cambio y justo cae la pandemia. Y cuando salga querrá soluciones ahora, pero hay un país más pobre, más precario. Y el peligro es que los políticos están en éxtasis con la Constitución. Están refundando Chile y me da susto que la expectativa que están generando vaya a explotar de nuevo.

Cuando tienes a Boric celebrando a los secundarios radicales que están entrando a patadas al Metro y dice que eso es desobediencia civil, tienes a un cuico, con origen cuico, con sueldo de cuico, jugando a la guerra con los cabros de los liceos”.

El estallido no es de combustión rápida, es de combustión lenta. Yo pongo el Transantiago como hito porque fue muy fuerte para la gente. Luego se destruye el Instituto Nacional con cabros disfrazados… y políticos apoyando. Cuando tienes a Boric celebrando a los secundarios radicales que están entrando a patadas al Metro y dice que eso es desobediencia civil, tienes a un cuico, con origen cuico, con sueldo de cuico, jugando a la guerra con los cabros de los liceos. Eso es Boric en este contexto, jugando a Matin Luther King insultando a los militares cuando sabe que lo están grabando. Todos esos personajes han tenido un comportamiento lamentable en el estallido.